Las formas más comunes de diabetes mellitus son la diabetes mellitus tipo 1 (DM tipo 1) y la diabetes mellitus tipo 2 (DM tipo 2).
Las formas más comunes de diabetes mellitus son la diabetes mellitus tipo 1 (DM tipo 1) y la diabetes mellitus tipo 2 (DM tipo 2).
En el momento actual la enfermedad hepática grasa no alcohólica (EHGNA) (NAFLD en inglés) se ha convertido en la causa más frecuente de enfermedad hepática crónica en niños y adultos, este hecho está vinculado con la epidemia mundial de obesidad y síndrome metabólico.
El concepto amplio de “esteatosis hepática” engloba varios procesos relacionados con el depósito de grasa en el hígado y reacciones inflamatorias asociadas, que tienen distinto nivel de riesgo de desarrollar complicaciones.
La diabetes tipo 1 (DM1) es una enfermedad autoinmune caracterizada por la pérdida de células beta del páncreas que secretan insulina mientras que la diabetes tipo 2 (DM2) es una enfermedad metabólica multifactorial caracterizada fundamentalmente por la resistencia a la insulina, entre otros defectos.
La cetoacidosis diabética (CAD) es una alteración metabólica grave en los pacientes con diabetes mellitus tipo 1 (DM1) que supone una situación de riesgo vital.
Actualmente, la enfermedad cardiovascular se sitúa como la primera causa de mortalidad a nivel mundial.
La hipoglucemia se define como un nivel bajo de glucosa en sangre, acompañado o no de síntomas, que puede exponer a la persona que la sufre a un daño.
De acuerdo con las cifras publicadas por la Federación Internacional de diabetes (FID) más de 0.5 billones de personas en el mundo han sido diagnosticadas de Diabetes Mellitus (DM) y sufren sus consecuencias.
La Asociación Americana de Diabetes (ADA) define la diabetes como “una enfermedad crónica compleja, que requiere atención sanitaria continua, siendo necesarias diferentes estrategias, enfocadas en mantener un buen control metabólico”.
La relación entre insuficiencia cardíaca (IC) y diabetes mellitus (DM) es bien conocida desde hace mucho tiempo. De hecho, la DM confiere un riesgo entre dos y cinco veces mayor de padecer IC, si lo comparamos con la población general.